by Eider Etxebarria Zuluaga
Eider Etxebarria Zuluaga is a graduate student in Spanish Linguistics at the University of Illinois. Eider is planning on finishing her Master’s degree and continuing with a Ph.D. in the same field. She is planning on teaching Basque and Spanish in the future. She wrote this text as a student in 418 ‘Language and Minorities in Europe’.
1896 fue un año memorable para la historia de la revitalización vasca. Fue el año en el que Kolejio-Ikastechea, la primera escuela que enseñó íntegramente en euskera fue fundado por Resurrección María de Azkue (1864-1951) en Bilbao. Tristemente cerró cuatro años más tarde por falta de alumnos. A principios del siglo XX surgen las denominadas ikastolas de barrio (auzo-eskolak), escuelas de índole comunitaria, en regiones euskaldunes. La Segunda República Española (1931-1939) permitió, eso sí de manera limitada, que se enseñara en euskera. Mi tía-abuela solía contar que en tiempos de la República ella estudió en euskera en la escuela. La era republicana proclamó la libertad religiosa en el país (“España no tiene religión oficial” artículo3 de la Constitución de 1931), instaurando así un sistema escolar laico. Pero con la imposición de la dictadura del Caudillo se dio comienzo a cuarenta años de perseguimiento y terror. El franquismo condenó todo aquello que tuviera que ver con el euskera, la cultura vasca o la identidad vasca. La vascofilia se pisoteo inclementemente. El emblema del régimen franquista era “España, una, grande y libre” y el castellano la única lengua del Estado Español, por supuesto. El castellano se impuso mediante herramientas institucionales como la administración, los medios de comunicación y la educación. De esta forma, la escuela queda convertida en un mecanismo de adoctrinamiento al servicio de la nación.
Las ikastolas, que emergen durante los años 60 (1959-1969), constituyen la vanguardia del sistema escolar vasco. Fueron principalmente creados para combatir la inminente extinción del euskera, y conferirlo con un estatus previamente inexistente y privilegio como lengua de cultura, administración y convivencia. En la época en la que se crearon, las ikastolas simbolizaban una estrategia respaldada y necesitada, adoptada por los vascos en Euskal Herria para combatir la opresión de España y Francia. Como López-Goñi (2003: 662) bien explica, durante la dictadura tuvieron que ser gestionadas “de una manera semiclandestina” bajo la amenaza permanente de sanciones gubernamentales. Estas escuelas clandestinas eran comúnmente conocidas como casas-escuela (etxe-eskolak) porque las clases se impartían en hogares particulares, normalmente la profesora era la dueña de estas casas. Las casas-escuela estaban económicamente financiadas por los padres de los estudiantes. Fue bajo estas premisas furtivas de puertas para adentro donde las ikastolas se establecieron como una opción alternativa a recibir educación en euskera. Fue en aquel momento cuando Euskal Herria presenció un proceso de conciencia colectiva que brotaba poderosamente con asambleas sociales, grupos de danza, corales, grupos de enseñanza de euskera, grupos de montaña, etc.
Una vez aprobado el Estatuto de Autonomía (Autonomia Estatutua) en 1979, mejor conocido como el Estatuto de Guernica (Gernikako Estatutua), las ikastolas fueron legítimamente institucionalizadas. Para entonces España y Francia ya tenían sistemas de educación nacionales bien consolidados. Ambos países afirmaban que sus sistemas eran promotores de igualdad, uniformidad y centralidad para sus respectivas naciones. El gobierno tenía control y poder absoluto sobre todo tipo de recursos como son la gente, el dinero, la información y la tecnología. Las ikastolas, por su parte, tuvieron que ser creadas como medida de descentralización. La autoridad pasó a estar en manos del Gobierno Vasco (Eusko Jaurlaritza), que canalizaba sus acciones mediante el Ministerio de Educación (Hezkuntza Saila) hasta llegar al fin a las escuelas. De esta forma, aunque el foco de poder permanecía en el gobierno central de España, el Gobierno Vasco podía ahora decidir el contenido curricular, las instalaciones, las pólizas disciplinarias, etc. En el caso vasco, como en el bretón, el corso o el catalán, la creación de sus propios sistemas educativos posibilitó y garantizó la continuidad, el desarrollo y el bienestar de sus idiomas. La educación vasca institucionalizada no sólo tuvo un papel absolutamente relevante en el florecimiento del euskera, sino que lo que es más importante, aseguró su supervivencia.
Los 90 dieron un vuelco para bien al sistema educativo vasco, pero al mismo tiempo, presenciaron la crisis de las ikastolas. El 19 de febrero de 1993 se aprobó la “Ley de la Escuela Pública Vasca”. Se les dieron tres meses a las ikastolas para decidir si querían convertirse en públicas o permanecer siendo semi-privadas. El 55% de las ikastolas (63 de 114 escuelas) permanecieron siendo ikastolak, mientras que el 37% (42 escuelas) decidieron convertirse en públicas. El 8% restante (11 escuelas) se calificó como indeterminado. En cuanto a estudiantes se refiere, se estima que 35.991 estudiantes (el 64%) se quedó en las ikastolas, mientras 14.020 estudiantes (el 25%) confiaron en el sistema escolar público. Algunas de las razones que justifican su incorporación a la red de escuelas públicas incluyen la concepción de que ellos creían que ya habían cumplido su función histórica o la falta de presupuesto. Así pues, la Escuela Pública Vasca (Euskal Eskola Públikoa) empezó a dar sus primeros pasos.
Las ikastolas son escuelas vascas semi-privadas financiadas por el gobierno y también por fuentes privadas como son las empresas o las asociaciones religiosas, entre otras. Por el contrario, Euskal Eskola Publikoa es el sistema escolar público vasco financiado y administrado por el Gobierno Vasco. Estas posturas puede que constituyan una rivalidad irresoluble: los partidarios del sistema público sostienen que una educación de calidad debe estar garantizado por el gobierno y debe ser accesible y costeable. Por otro lado, los partidarios del sistema semi-privado sostienen que el dinero garantiza una mejor calidad. En mi opinión, uno de los temas que más ha dañado el duro trabajo tras la revolución educativa en Euskal Herria ha sido la tendencia a querer politizarla. Comúnmente, la comunidad de izquierdas ha confiado en la escuela pública, el centro ha preferido las semi-privadas, y la derecha ha optado por las privadas. No obstante, generalizar es caer en un terrible error. Lo que es innegable es el incansable trabajo realizado por el sistema educativo vasco en la sociedad y para la sociedad. El sistema escolar vasco ha sido la fuerza impulsora tras la adquisición del euskera en una generación que pudo no haberlo adquirido de otra forma, mi generación.
Eider Etxebarria Zuluaga is a graduate student in Spanish Linguistics at the University of Illinois. Eider is planning on finishing her Master’s degree and continuing with a Ph.D. in the same field. She is planning on teaching Basque and Spanish in the future. She wrote this text as a student in 418 ‘Language and Minorities in Europe’.
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Una vez aprobado el Estatuto de Autonomía (Autonomia Estatutua) en 1979, mejor conocido como el Estatuto de Guernica (Gernikako Estatutua), las ikastolas fueron legítimamente institucionalizadas. Para entonces España y Francia ya tenían sistemas de educación nacionales bien consolidados. Ambos países afirmaban que sus sistemas eran promotores de igualdad, uniformidad y centralidad para sus respectivas naciones. El gobierno tenía control y poder absoluto sobre todo tipo de recursos como son la gente, el dinero, la información y la tecnología. Las ikastolas, por su parte, tuvieron que ser creadas como medida de descentralización. La autoridad pasó a estar en manos del Gobierno Vasco (Eusko Jaurlaritza), que canalizaba sus acciones mediante el Ministerio de Educación (Hezkuntza Saila) hasta llegar al fin a las escuelas. De esta forma, aunque el foco de poder permanecía en el gobierno central de España, el Gobierno Vasco podía ahora decidir el contenido curricular, las instalaciones, las pólizas disciplinarias, etc. En el caso vasco, como en el bretón, el corso o el catalán, la creación de sus propios sistemas educativos posibilitó y garantizó la continuidad, el desarrollo y el bienestar de sus idiomas. La educación vasca institucionalizada no sólo tuvo un papel absolutamente relevante en el florecimiento del euskera, sino que lo que es más importante, aseguró su supervivencia.
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Las ikastolas son escuelas vascas semi-privadas financiadas por el gobierno y también por fuentes privadas como son las empresas o las asociaciones religiosas, entre otras. Por el contrario, Euskal Eskola Publikoa es el sistema escolar público vasco financiado y administrado por el Gobierno Vasco. Estas posturas puede que constituyan una rivalidad irresoluble: los partidarios del sistema público sostienen que una educación de calidad debe estar garantizado por el gobierno y debe ser accesible y costeable. Por otro lado, los partidarios del sistema semi-privado sostienen que el dinero garantiza una mejor calidad. En mi opinión, uno de los temas que más ha dañado el duro trabajo tras la revolución educativa en Euskal Herria ha sido la tendencia a querer politizarla. Comúnmente, la comunidad de izquierdas ha confiado en la escuela pública, el centro ha preferido las semi-privadas, y la derecha ha optado por las privadas. No obstante, generalizar es caer en un terrible error. Lo que es innegable es el incansable trabajo realizado por el sistema educativo vasco en la sociedad y para la sociedad. El sistema escolar vasco ha sido la fuerza impulsora tras la adquisición del euskera en una generación que pudo no haberlo adquirido de otra forma, mi generación.
References
Euskal Herriko Ikastolak. Euskaltzaindia. (2003). El movimiento de las ikastolas. Un pueblo en marcha. El modelo ikastola 1960-2010. Jagon Saila, 1-353.
López-Goñi, I. (2003). Ikastola in the twentieth century: an alternative for schooling in the Basque Country. History of Education,32(6), 661-676.
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